miércoles, 7 de noviembre de 2012

Poema

Ese

Ese que me despertaba con su dulce voz cada mañana
El que me miraba y me consolaba con solo una sonrisa
Quien me veía desde lejos y aclamaba que me amaba
Ya no es mas que el recuerdo desvanecido en el tiempo

A veces sueño, con que vuelve a mi perdonando mis faltas
Y luego despierto para recordar que se ha ido para siempre
Ese que me hizo creer que era posible volver a nacer
Y que la ternura de mi que borro la amargura podía volver

Pero, ¿Quién me enseña ahora a borrar su sonrisa de mi mente?
¿Quién le enseña a mi piel a no añorar su piel envolviéndome?
¿Quien puede curarme esta espina que llevo clavada?
¿Quién le pedirá que vuelva por mi? Si ya no tengo voz.

Ese que me borró de su vida como si no fuera nada,
Como si cada momento vivido se hubiese esfumado para siempre
Como si mis besos ya no quemaran su piel,
Como si mi amor ya no tuviera lugar en sus pensamientos

Quisiera creer, que volverá a mi como lluvia de mayo
Para calmar esta sed de su cariño que me amarga
Para mostrarme los colores de su mundo una vez más
Ese que me hizo pensar que me amaría para siempre jamás

lunes, 27 de agosto de 2012

No es un amor

Tan cerca que casi puedo tocarte
Y mi corazón se rebosa de emoción
Tan cerca que puedo mirarte
Y en un abrir y cerrar de ojos
Te robas mi corazón

Tan lejos que siento ausencia en mí
Una parte de mi alma se fue contigo
Tu cuerpo no está a mi lado
Pero en mi corazón, somos uno solo
Y habita el resto de ti que no soy yo

Cierro mis ojos y mi alma te llama
Y cada segundo te alejas un poco de mi
¿Cómo está la vía? ¿Te acuerdas de mí?
He sido quien siempre se despide porque se va
Ahora tengo que hallarme presa en un lugar

Caminar por las calles donde me besaste,
Recordar lo dulce de cuando me abrazaste
Extraño tu perfume de ayer en mi piel
Y aunque esto no es una historia de amor
Se basa en los momentos que vivimos tú y yo

Estas tan cerca y tan lejos
Tanto que te siento como si no te hubieras ido
Y replico tus mensajes con naturalidad
Pues se que pronto será el encuentro
Mientras que yo recuerdo el sabor de tus besos

Me gustas porque me haces sonreír
Porque estando contigo no puedo pensar
Porque cuando me abrazas siento que vuelo
Porque cuando estas lejos quiero verte de nuevo
No es un amor, pero tampoco sucedió al azar

Estas tan cerca que no puedo más que pensarte
Tan lejos que quiero correr a reencontrarte
Perdido en la distancia, calmando mis angustias
Sentado allí a lo lejos, pensándome
Casi tanto como pienso yo en ti.

Estas tan cerca, sentado en mi alma
Estás tan lejos, pensándome en la inmensidad
Y me llamas tú cuando no te llamo yo
No es un amor, pero ¡qué hermosa imitación!


Gaby

lunes, 20 de agosto de 2012

Querida Sombra Que Me Cobija

Querida sombra que me cobija,
hace tanto que ansío dejarte ir.
Has velado mis sueños de madrugada,
mientras me invento excusas para marcharme
y dejarte sola en mi oscura habitación

Querida sombra que me cobija,
basta ya de tocarme el alma mientras duermo,
deja ya de poner lagrimas en mis sueños.
Busca otro lugar para ser feliz
y lárgate de aquí que ya no te quiero.

Quizás en el pasado,
conseguiste a mi lado un nido fiel,
me entregue a tus descaros,
con amor te acogí entre mis brazos,
pero ya es tiempo de dejarme ir.

Querida sombra que me cobija,
no insistas mas en manchar mi corazón
deja de arrastrarme a tu falso amor.
Respeta ya mi decisión de estar tranquila
y márchate de prisa pues espero algo mejor

Querida sombra que me cobija,
ahora no tan querida en mi habitación.
Ya mis sueños empezaron a verse de color,
entendí que no soy yo quien debe marcharse,
eres tu quien anidaste donde ya no te solicitan.

Triste sombra que ya no me quita el sueño,
no eres tu quien guía mis pasos ahora,
estoy sola y así decidí continuar,
pese a lo incapaz que me sentí en un principio.
Deja de cobijarme con tu manto de dolor,
me llene de amor y ya no cabes en mis sueños.


Gaby

martes, 17 de julio de 2012

Amigo mío

Amigo mio, hoy mas que nunca tu recuerdo me acompaña,
Me miro en el espejo y te pienso como si te viera cada mañana
Me saludas con sonrisas y se te escapa una caricia en mi rodilla
Mientras trato de no preguntarme como tu sueño se volvió una pesadilla

Amigo mio, hace tiempo esa sonrisa se apagó sin razón
Y se nos acabo en el mundo la dulzura de tu corazón
Esos sueño quedaron a la deriva, sin ti para hacerlos ciertos,
Pero cierro mis ojos y te veo, sentado frente a mi en el salón

Amigo mio, quedaste congelado en el tiempo
Y una parte de mi quedó estancada allí contigo
Me pregunto quién pudo creer que el mundo sería mejor sin ti
Y me responde el silencio hablandome de todo menos de ti

Amigo mio, note una arruga en mi cara de mujer
Y unas caderas mas anchas que tu no alcanzaste a ver
Amigo ayer conocí a alguien y me enamoré
Y me pregunto quién decidió que no te pudiese conocer

Amigo mio, he crecido y tu aun eres el niño que conocí
La vida siguió su curso sin detenerse por ti
Y yo que pienso en cada logro mio que tu no compartirás
Mientras se me parte el alma salgo al mundo donde no estarás

Querida Imagen en Mi Cabeza

Querida imagen en mi cabeza,
hace mucho tiempo quiero decirte lo que siento,
he navegado muchas horas en este mar de emociones
que me llena esta mañana de ilusiones hacia ti.

Ayer te vi, pensando que sería la ultima vez,
deje que tu mirada invadiera mi alma y me deje llevar,
por estos sueños contigo,
que sin querer he guardado años para compartir. 

Hoy me desperté,
cuando aquel rayo de sol se escurrió por mi ventana
y pensé que en algún lugar quizás la misma luz
descubriría tu cara en lo oscuro de una habitación.
Lamenté no estar allí para mirarte
y entonces soñé despierta una vez más.

¿Qué pasa si dejo de pensar con la cabeza lo que debe sentir el corazón? 
¿Qué pasa si dejo de insistir ya en que no me beses? 

Bésame despacio y hazme nadar con amor por tu figura,
llévame a la luna y vuelveme a traer,
para sentir en tierra firme que eres mío
y que eso que ayer quisimos hoy podría ser.
No me dejes caer, bañame con tu ternura, 
envuélvete de mi locura, aunque se,
que para ti es difícil reconocer que estoy grabada en tu alma. 

Querida imagen en mi cabeza,
no te apartes mas de mi, quedate por fin y dejate querer,
que aunque te alejen mis palabras,
mi caricias tienen tu nombre impregnadas y se,
que tal vez si te lo pido podrías ser para mí.



Gaby

¿En Qué Momento?

¿En Qué Momento?

A ti que te sentabas junto a mi en el recreo
Que entre sonrisas me contabas tus sentimientos
Y me hiciste cómplice de tus amores prohibidos y secretos 
A ti te pregunto en qué momento la vida te cambió 

A ti que te daba igual comerte la mitad de un caramelo 
Si la otra parte iba a ser causa de una sonrisa mía 
Y sin titubear me decías lo mas oscuro de ti 
A ti en que momento el tiempo te manchó 

Y te convertiste en eso que ni tu quieres mirar mas 
Y te niegas a caminar con el pecho lleno de orgullo 
Cambiaste tu grito de alegría por un murmullo 
Y me miras como a una extraña, pues eso soy para ti 

A ti que siempre supiste escuchar la voz de mi silencio 
Y hallabas la simplicidad en todo lo complejo 
Hoy te ahogas en llantos por simples desperfectos 
A ti te confieso que entre mas te miro menos te creo 

A ti que me recuerdas aquella que fui en otro momento 
Que con solo mirarte me haces viajar en el tiempo 
Mientras me miras distante como si nunca nada pasó 
A ti te pregunto en qué momento la vida nos cambió


Gaby

viernes, 1 de junio de 2012

Sobre la Piedra del Salto


Era una mañana no muy distinta a las demás, el cielo estaba claro de un azul nada especial, los pájaros ya habían empezado su canto matutino y se respiraba a lo lejos el aroma de un rosal. Más sin embargo en la plaza del centro yacía sobre un banquillo algo muy particular, era de carne y hueso con un olor a despecho que no concordaba con la homogeneidad de aquel ambiente de primavera. Escuchaba los pasos de los traficantes indolentes de su presencia cuyo caminar entraba en resonancia con sus latidos, era uno con el medio, aunque para el medio él no era más que un elemento aislado. Pronto, el sonar de unas campanas lo despertaron, se levantó de aquello que pudo haber sido fácilmente su lecho de muerte y sin embargo nadie lo notó, no estaba acostumbrado a librar batallas solo contra el mundo. Permaneció sentado en el banquillo mientras miraba al infinito alternando sueños con momentos de lucidez, cerró los ojos y abrió sus brazos en busca de alguna señal cuando escuchó caer una moneda en el suelo junto a él y sonrió, pues no era un mendigo, aunque en ese momento si que lo parecía y empezó a recordar.
Hacia unas semanas había decidido marchar de su casa a recorrer el mundo, con la tecnología podía verlo todo desde su habitación, pero tenía ganas de sentirse vivo, respirar otros aires y buscar, aquello que había perdido y que a muchos les cuesta admitirlo pero todos hemos buscado alguna vez. Llegó entonces a Santa Elena, un pequeño pueblo alejado de la mano de Dios, allí emprendió una excursión por la sabana, donde al lavarse la cara con en el agua del Aponguao, subió la mirada y entonces la vio, aquella dama de piel canela y mente tan turbia como el mar en plena tormenta, estaba parada sobre una piedra en lo más alto de la caída, con los brazos abiertos como esperando un abrazo del infinito. Subió entre las piedras y se acercó hasta la orilla, donde miró de cerca aquella figura divina que de lejos parecía una aparición. Su cuerpo de mujer despertaba encanto pero sus orejas y labios cerrados evitaban cualquier conversación, pronto su equilibrio falló y resbaló cayendo, él sujetó su brazo en un heroico acto que le ahorró a la chica una muerte segura, la llevó de prisa a la orilla donde ella no hacía más que reír.
- “Me hubieses dejado caer”, le dijo, asegurando que jamás se había sentido más viva. Él incrédulo ante tal arrebato no entendía como esa hermosa mujer podría tener un motivo para no querer vivir más y de paso venir a perder la vida en este paraíso terrenal. Pronto entendería que la muerte es parte de la vida y se preguntaría también qué sería de nuestro equilibrio mental si alguien nos arrebatase ese último placer de decidir cómo y cuándo ponerle fin a la agonía del alma. Él le dio su nombre y ella se negó a revelar el suyo, con un gesto que hacía sospechar que ni ella misma lo sabía. 
El frío de la noche los abrazó de prisa, el había perdido para ese entonces cualquier interés en las rutas normales de un turista, había conseguido su respuesta en aquellos ojos color café de intriga. Caminaron sin rumbo fijo por toda la sabana a merced de cualquier hambriento animal y pernoctaron sobre la hierba envueltos en mantas bajo las estrellas. Era absurdo cerrar los ojos para dormir, quién querría perderse un segundo de aquel espectáculo celestial. Pero pronto la mañana los sorprendió dormidos entre abrazos. Al notar los rayos de sol continuaron su camino por cuatro días hasta la cima del Roraima, mientras hablaban de la vida y sus rarezas.
Él hacía esfuerzos por ganarse el corazón de aquella a quien parecía haber amado en otra vida. Ella trataba de conocerle mientras él ya entendía a fondo cada una de sus mañas. Llegaron al Punto Triple y observaron la inmensidad de aquella tierra dividida por el hombre en tres partes, respiraron el aire puro de aquel precioso ecosistema y cruzaron camino con alguno que otro excursionista. Se hacía tarde para volver, entonces se unieron a la soledad de la noche de aquella tierra verde y cielos de neblina a través de la cual alguna que otra estrella los miraba en la distancia, pero esta noche la naturaleza no era el centro de su atención, entre besos y gestos de pasión él le confesó haberla buscado por días, ella era eso que el perdió aunque su mente lo hubiese olvidado. La llamó por su nombre y le explicó que hasta el fin del mundo la perseguiría solo por tenerla cerca aunque ella lo mirase como a un extraño, mientras la incrédula permaneció callada hasta que el sueño los alcanzó. Al día siguiente él despertó y la soledad le mostró lo que más temía, ella se había marchado.
Hacía ya dos amaneceres que le miraba, sentado en aquel banquillo de la plaza y aprovechaba el momento en que el cerraba sus ojos para dejarle alguna moneda o un pedazo de pan. No concebía entender qué cosa en él llamaba tanto mi atención, ansiaba escuchar su historia pero mis labios estaban cerrados para preguntar. Me tomó aun más tiempo comprender que había sido yo sobre la piedra del salto aquella mañana que él me salvó, algo sucedió luego en aquella montaña cuando mi lucidez fue salvada también y la de él se perdió en los laberintos inescrutables de su mente curiosa de mi. Me senté junto a él en el banquillo antes de que mi mente perdiese la lucidez, cerré mis ojos y abrí mis brazos esperando caer o ser salvada como la última vez, él sonrió al mirarme y entonces nada más importó.


Gaby

lunes, 7 de mayo de 2012

Cita a Ciegas

Desayunó impaciencia aquella mañana de Mayo cuando sus ojos decidieron al fin lanzarle un sí a lo desconocido. Se vistió con sus ropas más cómodas y que pudiesen resaltar a la vez sus encantos de mujer, ignorando que su más preciosa prenda no se encontraba en su armario sino en sus labios aquellas pocas veces que mostraba al mundo una sonrisa. Salió de prisa tratando de no imaginar a quien pronto conocería, había pasado tanto tiempo admirando cada parte de su remota interacción, incluso una vez soñó con su voz mientras dormía y al despertar decidió olvidarlo pues temía hacerse ilusión con aquel encuentro producto de su imaginación. Todo esto hasta hoy que había decidido al fin mirarle.
Cruzó la puerta de entrada de aquel viejo bar de poca luz, música alta y ambiente juvenil. Entonces decidió ir al tocador a mirar de nuevo su atuendo del cual se había arrepentido unas cien veces antes de al fin concluir que había sido la elección acertada y salió a enfrentar con ansias las dificultades de una primera impresión, ¡Que nervios, que indecisión!. Echó un vistazo rápido a todos en aquel lugar, mas había alguien que no se parecía al resto, una rosa roja sobre su mesa le indicó al fin que sus sospechas eran correctas, había llegado el momento de estrechar su mano amiga por primera vez. Se acercó a la mesa y sonrió sin notar que esto llenaba de esperanza los ojos de aquel desconocido.
El la miró de arriba abajo mientras ella hacía lo propio buscando no perder ningún detalle. Piel tersa, mejillas rojas como la sangre misma y labios entre abiertos, delatores de una sonrisa insegura de mostrarse. Llevaba una camisa de rayas blancas y azul cielo, que resaltaba la mirada tierna pero suspicaz y guardaba en sus ojos la calma e inmensidad del mismo mar, cuyas profundidades ella ansiaba descubrir. Una corbata no tan ajustada que hacía juego con su camisa y una barba de dos días imposible de olvidar, su cabello algo despeinado. En cierta forma le pareció sexy tal descuido.
-Siéntate, le dijo y luego pidió un trago para ahogar el silencio.
Hablaron de la vida y del amor, tan cómodamente como si de dos viejos amigos se tratase. Ella había cerrado la puerta de su corazón admitió, mientras él se colaba por la ventana y así se dejaron bañar de risas, entre copas y otras cosas, les cayó la madrugada. Luego sin notarlo yacía sinvergüenza y bandida sobre sus sábanas de algodón, complacida pues le había tocado el alma con besos mojados entre sudor y roces de aquella piel más tersa aun en sus manos, bajo sus uñas y entre sus dientes. Miró entonces dormido aquel que hacía unas horas era solo un desconocido y ahora ya la había explorado en toda su humanidad. Jugó con el vello de su pecho mientras el brazo y hombro izquierdo de él, le acunaban el descanso del placer.
Un rayo de sol se abrió camino a través de la ventana y sin piedad alumbró la cara de aquel que aun dormía. Ella despierta se apoderó de aquella camisa rayada que encontró en el suelo y que le faltaba alguno que otro botón por haber sido arrebatada de su dueño con sensual brusquedad. Caminó errante por la habitación encontrando sobre la mesa unas hojas con una historia a medio escribir, se detuvo para leerla cuando sintió unas manos ya no tan desconocidas sujetando su cintura con determinación. Trató entonces de girar su cara en busca de aquellos labios tan deliciosos de besar pero antes la camisa volvió al suelo y la pareja de nuevo al colchón. Se escucharon gritos de pasión entre esas cuatro paredes aquella mañana y el sol fue testigo de esa entrega de total sobriedad.
Ella no quería parar y el sin dudas no la dejaría ir, la rosa ya marchita los miraba desde una esquina sonreír.

Gaby

jueves, 5 de abril de 2012

Arena entre mis dedos

Era una tarde cálida mis vacaciones acababan de comenzar, me encontraba entre el grupo de gente que había decidido trabajar también en aquella pequeña tienda junto al mar. Tenía dieciséis años y el mundo entero delante de mí, era mi primer trabajo aquel verano. Sentía entre los dedos de mis pies, la arena suave y tersa masajeándolos mientras los frotaba unos con otros en gesto de... ¿nerviosismo quizás? Era el primer día, mire a mi alrededor y entre cuatro caras desconocidas, una sonrisa sobresalía del montón, sus ojos dulces miraban atentamente cada movimiento que yo hacía y yo al notarlo sentía una enorme presión. ¿Quién era aquel sujeto que complicaba la simplicidad de mis planes aquellas vacaciones?, pretendí ignorar que aquello me intrigaba y me concentré en el resto del personal, que sin duda me parecían más inofensivos en aquel momento. La verdad es que hacía unos días me había prometido no intimar con nadie, no hacer amigos, ni enemigos, simplemente mezclarme entre el personal y acabar con mi jornada de manera exitosa cada día. Esto me haría más eficiente, pensé, sin contar que también me ayudaría a sanar ciertos eventos del pasado, sería una roca, punto final.

Pasada la jornada de instrucción volví a casa sin contar que aquella mirada me arrebataría la calma, soñaba entonces con su cara y le daba distintos nombres, distintos tonos a su voz. Me hacia feliz, el tener su imagen inofensiva en mi mente y añadirle cualquier atributo que yo desearía en la personalidad de aquellos labios perfectos que hacían armonía con esa espalda que a duras penas encajaba en aquel uniforme. Su recuerdo me sonreía igual de galante que su imagen real, pero a diferencia de ésta, el recordarlo me hacía sentir segura. No podía lastimarme si no estaba junto a mí, pensaba, cada vez que mi cuerpo me traicionaba y le pedía ayuda para levantar algún objeto pesado o que se yo que otra excusa para cruzar palabras con él.

Hacía ya casi un mes y aun no sabía su nombre, me mantenía alejada de sus reuniones amistosas durante el almuerzo. Me hacia la interesante caminando sola por la playa mientras él me miraba de reojo sentado junto al resto del personal. Yo a veces miraba a la pelirroja con celos mientras le movía su cabellera entre risas de manera coqueta, en mis peores pesadillas el acariciaba su rostro y besaba sus mejillas descaradas mientras yo aguardaba en la distancia a que el advirtiera su error, sin éxito. Pero aquello nunca pasaba, mi chico, que para entonces en mi imaginación ya era mi chico, había protagonizado miles de largas caminatas junto a mí, había visto el atardecer de mi mano mil y un veces y aunque aquello solo sucedía en mis sueños más preciados, él en la realidad se mostraba inmune ante los descaros de la pelirroja.

Prefería hablar de carros con el gordito de la caja, los deportivos abundaban en el estacionamiento del local. Ellos solían discutir acerca de cuál era más veloz e incluso lo escuche confesar que estaba trabajando allí para comprarse un auto. Imaginé entonces que él y yo paseábamos en su auto rojo intenso por una carretera interminable durante el atardecer, sentía el viento en mi cara y su sonrisa iluminaba aquella escena mucho más que el mismo sol.

Un día el manager, cuyo nombre marcaba la etiqueta pero que aun no me había molestado en leer, decidió que como estaba a punto de terminar las vacaciones y por ende nuestro tiempo de trabajo, debíamos hacer algún tipo de actividad recreacional. Escogimos el domingo por la tarde ya que el local cerraba a las 16:00 cuando aun había mucho sol. Planificamos un picnic en una isla cercana a la cual iríamos en motos acuáticas, sonaba divertido y quizás sería un buen momento para conocer a aquellos con los que había pasado los últimos dos meses. Seguí entonces con mis ocupaciones, era un viernes tranquilo, pensaba, mientras apilaba latas de refresco en las neveras. De repente todo se calmó más de lo normal y yo no alcanzaba a oír ni un ruido desde la trastienda, hice a un lado las latas y me levanté sin hacer ruido, había un sujeto armado vaciando la caja mientras apuntaba al gordito. ¡Qué susto! pensé al notar como el manager, la pelirroja y mi chico miraban aquello impotentes desde una esquina.

Note entonces que aquel ladrón había controlado toda la situación sin prever mi presencia en el local, se ve que aquello de no almorzar con el personal cada día podía tener sus ventajas después de todo. Tome el extintor de incendios y golpee la cabeza del malhechor con todas mis fuerzas sin pensarlo un segundo. Quedé en shock al mirar el sujeto tendido en el suelo sin movilidad, todos corrieron hacia mí para felicitar mi heroica reacción mientras yo no podía creer la tamaña estupidez recién cometida. El gordito de la caja pudo haber resultado herido como que yo no hubiera golpeado al ladrón con suficiente fuerza y a éste le diese por soltar un tiro en venganza ante mi agresión. Mil y un cosas malas pudieron haber sucedido pues ya no existen los héroes locales, me repetía a mí misma, la gente común sale herida cuando comente estupideces. Hasta la policía me felicitó, pero nada me encanto más que aquel abrazo del chico de mi mayor obsesión, duró solo un segundo pero estará presente en mi mente siempre.

Esa noche estuve hasta tarde en la delegación declarando en contra del ladrón. Todos declaramos, pero el cajero y yo debimos quedarnos más tiempo por lo que el manager nos dio el sábado libre. A la mañana siguiente había decidido ir a trabajar pese a tener permiso de faltar, no podía apartar ese abrazo de mi mente mientras mi cuerpo se levantaba, desayunaba y se desplazaba a la playa casi por inercia, una vez allí, miré como la pelirroja desayunaba sola con él en una de las mesas del local, me lo pensé mejor y caminé hacia la playa. Estuve horas y horas sentada allí mirando como las olas golpeaban con furia las rocas y estas con firmeza aguantaban los constantes ataques. Pensé que nosotros los humanos a veces somos como las rocas y nos mostramos indolentes ante los ataques externos, sin embargo luego de los años, al igual que las rocas, nos agrietamos y nos desgastamos por el lado que hemos sido golpeados. Las personas a veces también somos como las olas que insistimos en atacar sin advertir la huella que esto deja en el otro con los años. Pensaba en esto cuando sentí que alguien se sentaba junto a mí, era él.
               -Pensé que tenías el día libre, me dijo mientras me regalaba una de esas sonrisas suyas dignas de un catalogo.
               -Así es, le respondí, -pero no existe otro lugar donde yo quiera estar más que aquí en este momento.

Sonrió de nuevo y se quedo mirando al infinito pensando para sí por un instante. Esa tarde hablamos mucho, tanto que se nos cayó la noche encima conversando, mirándonos, sonriendo. Me acompaño a mi casa y como tantas veces lo había hecho en mis sueños, baje de su auto, que había comprado al fin la semana anterior, le di las buenas noches y me fui a la cama. Esa noche dormí como nunca y por primera vez no soñé.
Me levanté muy temprano esa mañana, era el domingo más esperado de la semana, así que empaqué mi más lindo bikini y ropa de playa en un bolso para usar después de trabajar. Las horas pasaron lentas aquel día y el tiempo se paraba a momentos cuando sentía sus miradas de reojo y solo podía pensar en cómo sería un roce de sus manos sobre la piel de mi cara. Se hicieron las 16:00 y tres motos acuáticas nos aguardaban en la orilla, el menú era hamburguesas y refresco, todo empacado en un bolso que llevaba el manager, quien insistió a la pelirroja que lo acompañase en la carrera, el gordito iba solo como es evidente pues un peso extra no lo ayudaría a ganar la carrera, así pues, quedamos el chico de la sonrisa hermosa y yo en la misma moto.

Pase mis manos alrededor de su cintura y sentí seguridad al atar mis brazos a su torneada figura masculina, era un sueño. Arrancamos al principio con dificultad por el romper de las olas, no podía pensar en nada aunque inconscientemente lo apretaba cada vez más, escuchaba su sonrisa cada vez que adelantábamos al manager, estuvo muy cerrada la competencia pero en contra de todo pronóstico el gordito de la caja nos ganó. Llegamos a la isla hambrientos y comimos de una vez, luego un rato al sol y otro tanto jugando con una pelota de voleibol, no se me daban los deportes pero la pase muy bien. Pronto se hizo hora de volver y alguien dijo que esta vez las chicas debíamos conducir. Al llegar a la otra orilla la pelirroja salió victoriosa aunque en aquel lugar no había otra más feliz que yo al sentir sus brazos firmes alrededor de mi cuerpo temeroso de todo contacto con él. Llegamos al local y alguien encendió la música, entre risas y bromas comenzamos a beber de un vodka que alguien había traído para compartir. Sin notarlo entonces estaba bailando con él, rozando la piel de su espalda aun mojada, dando vueltas, abrazándonos entre la música, cruzando miradas que decían lo que no nos dijimos en toda la temporada. De pronto su voz rompió el silencio y me dijo:
             -Sorpréndeme, bésame ya.

Y lo besé. Como lo había hecho tantas veces en sueños, solo que esta vez era real para mí, lo sentía en cada nervio de mi cuerpo y él a su vez, era consciente del roce de mis labios tímidos. Me regaló otra sonrisa suya, tomo mi rostro con sus manos dulces y me besó, tan suave pero intenso que ni en mis mejores sueños he podido igualar la calidez de aquel primer contacto de realidad cuya línea de separación con mi imaginación era tan difusa, tan imperceptible ante mis ojos inocentes, que ya no sentía la arena entre mis pies. Estaba flotando, volando ante la presencia del amor por primera vez.


domingo, 25 de marzo de 2012

Sueño de Libertad

Allí me encontraba yo aquel dia caluroso de verano, en el patio de recreo bajo el sol mas intenso que mis ganas de no estar allí y cuyo reflejo de suelo arcilloso y seco, causaban daño profundo con cada rayo captado por mis pupilas. Había desayunado inconformidad, aquel dia al igual que el resto y observaba a través de aquel cerco perimetral, atenta ante el posible encuentro de algún rastro de mi ansiada libertad. Escuche mi nombre a lo lejos y gire sin advertir que con esto la realidad me golpearía otra vez: allí estaba ella, mi gran amiga caminando hacia mi y recordé entonces cientos de momentos de complicidad donde ella y yo habíamos conseguido escapar a la rutina de nuestras vidas con algo de diversión. En aquellos tiempos yo estaba en la universidad terminando mis estudios y ella ya habia culminado los suyos y estaba trabajando ya, teniamos una vida perfecta donde las rumbas nunca faltaban, donde los sueños acababan de comenzar.
Me dijo entonces mi amiga que habían llevado al patio central una maquina de videojuegos para que nos pudiésemos recrear. Sonreí ante la simplicidad de nuestro "plan del dia" mientras la frustración arañó mi orgullo ganando puntos en aquella batalla librada silenciosamente en mi. Caminé entusiasta junto a mi cómplice y nos detuvimos a observar como las otras reclusas jugaban una y otra vez sin ceder lugar a las demás que esperabamos impacientes.
Angie y yo fingíamos no notar que nos sería imposible probar los juegos, mientras mirabamos impotentes como las mas fuertes lo acaparaban, teniamos nuestro propio juego en curso, ninguna se dejaría derrumbar primero pues eso sería el final para la dos. Mientras analizaba aquello no advertí que un guardia repetía mi nombre ya por tercera vez y venia a tirarme del brazo como reprimenda a aquella insolencia. Sentí sus manos fuertes tomar mi brazo débil y senti ardor en mi piel aun lastimada de tantos dias bajo el sol, había olvidado cómo era la vida sin ese dolor de cabeza, -tienes visita, me comunicó mientras se aseguraba de que me dirigiese hacia el cerco perimetral.
Entonces lo vi, como salido de mis recuerdos, parado del lado privilegiado de aquel rincón dispuesto por el guardia para nuestro encuentro aquel día y que separaba con una cerca su destino del mío, era mi padre con una mirada menos triste que la ultima vez que lo vi. Hubiera querido poder abrazarlo mas me dio solo tiempo de oirle decir, -ven conmigo, mientras señalaba una falla en aquel cerco. Sus ojos advertían el peligro de aquellas palabras y yo inmediatamente supe que debía moverme ya. Angie aunque aun en el patio central, estaba lejos para oírme llamarla y sabia que tampoco llamar la atención era la opción adecuada, mire entonces a mi alrededor buscando al guardia que me había llevado hasta allí, por suerte había encontrado otra chica a la cual molestar y eso me dio unos segundos para caminar hasta mi amiga sin ser vista.
Una vez en el patio la encontré, había logrado que alguien le permitiera jugar, sonreí pensando en lo maravilloso de aquella hazaña mientras me hacia lugar entre las otras chicas que la observaban y no les hacia ninguna gracia que yo me metiera en el medio a bloquearles la vista, robarles el turno o que se yo, en mi mente el sueño de libertad acababa de renacer y debía llegar a mi amiga. La tomé entonces del brazo y le dije, -Debes venir conmigo ya, y cuando ella iba a preguntarme que pasaba, miró mi cara y cedió el juego a alguien mas. Nosotras siempre sabemos cuando algo es importante para la otra, aquel juego era lo mas importante para todas las reclusas ese día, pero no para mi y tampoco para ella, con una mirada estuvo mas que claro.
Llegamos hasta la cerca donde mi padre nos esperaba con desespero, el guardia nos miró de reojo y siguió en lo suyo con aquella reclusa sin advertir que violando la cerca y la sentencia Angie y yo nos subíamos al carro de mi padre. Una vez en el interior vi a mi hermano que con cara de preocupado nos esperaba sentado en la parte de atrás de aquella Cherokee año 97. Vi entonces desde la ventana del vehiculo el guardia notaba que ya no estaba junto a la cerca y corrió hacia la multitud de chicas en mi busqueda, pronto llegamos a la esquina y no pude ver mas. Quise pensar en ese lugar como en una pesadilla cuando escuche a lo lejos la alarma sonar, aun no era libre, nos perseguían.
Sentí muchas cosas en ese momento aunque ni una palabra lograba salir de mi boca, muchas lágrimas rodaban por mis mejillas. Pensaba en todas aquellas noches que me había perdido de mirar las estrellas, entre todas las muchas cosas que me perdí por estar entre cuatro paredes sin opción alguna de salir, hasta hoy, hasta ese preciso momento en el que hasta el aire me sabia distinto. Mi padre sonreía mientras conducía y nosotros le indicábamos si veíamos algún auto perseguirnos. Nos encontramos entonces frente a un portón cerrado y sin calle alguna por donde huir, atravesamos el portón derribandolo a nuestro paso y aquello me dio la sensación de que escaparíamos. Y así fue.
Llegamos a otro pueblo muy lejos de donde nos buscaban y bajamos a un restaurante donde mi amiga y yo nos cambiamos de ropa mientras mi hermano y mi padre ordenaron comida que me supo a manjar divino aquella tarde. Angie volvió a la mesa y yo me quede un segundo mas mirándome en el espejo, hacia ya mucho que no veia mi reflejo con ropas limpias y libertad en mis ojos, el cielo era el limite nuevamente. Limpie la arcilla de mis zapatos, fui a sentarme a la mesa junto a mi padre y lo abracé, comenzamos a hablar de mi madre y del lugar donde nos estaba esperando para reunirnos otra vez.
Sonreí con ojos brillantes, abiertos ante el futuro incierto, el sueño de libertad había vuelto a nacer en mi y me sentí mas viva que nunca.


Gaby